Madre, una gracia te pido, 
que me sanes en cuerpo y alma.

viernes, 23 de abril de 2010

EL LAICO MISIONERO, UNA APROXIMACIÓN TEOLÓGICA (Parte 3)


EL MULTIFORME COMPROMISO MISIONERO DE LOS LAICOS
"Cristianos laicos Iglesia en el mundo" es el título afortunado y expresivo publicado por los obispos españoles: los laicos son ante todo cristianos (bautiza­dos en y como Iglesia), son la Iglesia en el mundo, porque especialmente en ellos la Iglesia y la Alianza encuentran las realidades mundanas en las que los hombres realizan su vida y construyen su futuro. Ya hemos mencionado, dentro de esa lógica, el dinamismo y los ámbitos que dan dimensión universal al testimonio de su fe. Los laicos cristianos (los cristianos laicos) deben ser educados en estas perspectivas, para que descubran nuevas vías a su inserción eclesial y vivan permanentemente de la fuerza rejuvenecedora y de la alegría de la misión.

Los laicos profesionales deben generar asociaciones de carácter técnico o especializado para afrontar la evangelización en los "nuevos horizontes de la misión". Es un modo de vivir comunitariamente la propia vocación cristiana. De modo especial las iglesias locales deben estimular este tipo de agrupaciones, que responden a la dinámica eclesial, para hacerse presente a través de ellas en los nuevos horizontes de la misión. Se debe evaluar y apoyar lo que de "salida" y "éxodo" hay en compromisos semejantes, especialmente si tenemos en cuenta que en buena medida los nuevos mundos de nuestra civilización se apoyan sobre bases paganas (al margen por tanto del relato cristiano de la Alianza de Jesucristo).

Este tipo de asociaciones pueden servir también de cauce para envíos a otras zonas geográficas. De hecho este tipo de asociaciones es en la actualidad más abundante que las señaladas en el párrafo anterior. Estas asociaciones muestran otro modo, profundamente significativo, de la salida. Las comunidades eclesiales no deben ver tales iniciativas como algo distante sino como prolongación de la misma vida de la comunidad. Desde esta perspectiva las comunidades eclesiales pueden valorar también como servicio misionero la variedad de actividades que llevan adelante los laicos (cooperación, desarrollo, promoción, educación, pacificación...).

También en la vida cotidiana de la comunidad el laico debe conservar y cultivar su dimensión misionera. Debe hacer posible que la comunidad viva en estado de misión, como testimonio en su entorno, y con la mirada abierta a las ne­cesidades evangelizadoras del mundo entero. La información, la oración, el apoyo económico, los contactos personales, la escucha de los relatos misioneros de quienes los han protagonizado... han de formar parte del tejido cotidiano de la vida comunitaria. El bautismo y la inserción ec1esial deben mostrar su fecundidad en el entramado de la cotidianeidad ec1esial. De ello depende el optimismo y la juventud de cada una de nuestras iglesias. Por eso la animación misionera debe integrar estos nuevos planteamientos, pero tampoco ello será posible si los laicos no lo asumen como competencia propia.


CONCLUSIÓN
Tal vez algún lector pueda pensar que no hemos hablado suficientemente de los laicos misioneros, o que no lo hemos hecho de modo directo. Queremos recordar sin embargo que hemos insistido fundamentalmente en el hecho de que la Iglesia debe estructurarse desde el bautismo y de que todos los cristianos -cada uno en sus circunstancias- deben asumir su responsabilidad misionera. ¿No es ello hablar continuamente de los laicos misioneros y de que son ellos precisamente los que deben configurar el rostro de la Iglesia en el futuro?

También los laicos misioneros deben redescubrir permanentemente el ca­rácter cristiano de su compromiso, que no puede apoyarse más que en el bautismo. Ello no los aleja de los problemas del mundo, sino que los inserta, más profunda y responsablemente en ellos, especialmente si los contemplan desde la perspectiva de la Alianza.

Solidarios con los hombres y mujeres de su tiempo, actuando con ellos y a favor de ellos, pueden aportar una contribución peculiar: desde la Alianza de Dios en Jesucristo la historia adquiere un sentido nuevo porque en Jesús Resucitado se realiza la plenitud de lo humano y se anticipa la nue­va creación; cada ser humano adquiere así una dignidad insuperable: por ser hijo en el Hijo gracias al gozo del Espíritu adquiere nueva garantía la esperanza.

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