Madre, una gracia te pido, 
que me sanes en cuerpo y alma.

sábado, 17 de abril de 2010

DAMIÁN DE VEUSTER

POR OCASIÓN DE SU DÍA, DEJAMOS EL VIDEO DE SU BIOGRAFÍA PARA QUE TODOS LO CONOZCAMOS AL BEATO DAMIÁN DE VEUSTER.

AVE MARÍA DE JUAN PABLO II


¡Dios te salve, María!
Te saludamos con el Angel: Llena de gracia.
El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.

¡Tú eres la llena de gracia!
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.

¡El Señor está contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.

Bendita...
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Cana,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.

¡Santa María, Madre de Dios!
Queremos consagrarnos a ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a ti.
Porque has querido ser Madre de la Iglesia.
Nos consagramos a ti:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor
velan por el pueblo que les ha sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida
por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados,
los perseguidos, los huérfanos, los desesperados,
los moribundos.

¡Ruega por nosotros pecadores!
Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.

Te suplicamos que toda la Iglesia se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.

Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.

¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
¡Virgen, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos.

Que cese la violencia y la guerrilla.
Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad. Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a ti como Madre.
Sé para todos nosotros Puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza, para que, juntos, podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
¡Amén!


jueves, 15 de abril de 2010

EL CREDO BÍBLICO

CREO EN DIOS. "Nuestro Dios es el único Señor" (Deuteronomio 6,4).

PADRE TODO PODEROSO. "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18,27).

CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA. "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra"(Génesis 1,1).

CREO EN JESUCRISTO. "El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreos 1,3).

SU UNICO HIJO. "Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Unico, para que todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16).

NUESTRO SEÑOR. "Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2,36).

QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPIRITU SANTO. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios" (Lucas 1,35).

NACIO DE SANTA MARIA VIRGEN. "Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: "la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel" (que significa "Dios con nosotros")" (Mateo 1,22-23).

PADECIO BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO. "Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro" (Juan 19,1-2).

FUE CRUCIFICADO. "Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado 'lugar de la Calavera' (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo Crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: 'Jesús de Nazaret, Rey de los judíos" (Juan 19,17-19).

MUERTO Y SEPULTADO. "Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie (Lucas 23,53).

DESCENDIO A LOS INFIERNOS. "Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos" (1Pedro 3,18-19).

AL TERCER DIA RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS. "Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día" (1Corintios 15, 3-4).

SUBIO A LOS CIELOS, Y ESTA SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE TODO PODEROSO. "El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios" (Marcos 16,19).

DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS. "El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos" (Hechos 10,42).

CREO EN EL ESPIRITU SANTO. "Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado" (Romanos 5,5).

LA SANTA IGLESIA CATOLICA. "Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla" (Mateo 16,18).

LA COMUNION DE LOS SANTOS. "Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos" (Apocalipsis 7,9).

EL PERDON DE LOS PECADOS. "A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados" (Juan 20,23).

LA RESURRECCION DE LA CARNE. "Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales" (Romanos 8,11).

Y LA VIDA ETERNA. "Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lampara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos" (Apocalipsis 22,5).

AMEN. "Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!" (Apocalipsis 22,20)

miércoles, 14 de abril de 2010

SER CRISTIANO


El cristiano católico acepta la plenitud de la fe revelada por Cristo y contenida en el magisterio de la Iglesia Católica, participa de los sacramentos y reconoce la autoridad de los obispos unidos al Santo Padre.

El nombre "cristiano" ocurre solo cuatro veces en la Biblia:
-"En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos»" -Hechos 11:26
-"Agripa contestó a Pablo: «Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano.»" -Hechos 26:28
-"una mujer cristiana" -I Corintios 9:5
-"pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre". -I Pedro 4:16

No se sabe quién utilizó este nombre por primera vez. Parece que los cristianos no solían utilizarlo para ellos mismos hasta el segundo siglo. Antes preferían llamarse "hermanos", "discípulos", "creyentes", etc.

Para ser Cristiano
"No tenemos que pensar que se trata de un paquete de reglas, que cargamos sobre los hombros como una mochila pesada en el camino de la vida. Al final la fe es sencilla y rica: ¿creemos que Dios existe, que Dios cuenta? ¿Pero de qué Dios hablamos? Un Dios con un rostro, un rostro humano, un Dios que reconcilia, que vence el odio y da esa fuerza de la paz que nadie más puede dar. Necesitamos dar a entender que en realidad el cristianismo es muy sencillo y por consiguiente muy rico." -Benedicto XVI, 28 Julio, 2005

Quien deja entrar a Cristo en su vida no pierde nada, absolutamente nada, de lo que hace la vida libre, bella y grande. Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. El no quita nada y lo da todo... Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. (Homilía 24 abril 2005, inauguración del Pontificado de Benedicto XVI).

Lo que significa seguir a Cristo hoy: Se trata de un cambio interior de la existencia. Exige que ya no me cierre en mi yo, considerando mi autorrealización como la razón principal de mi vida... Se trata de la decisión fundamental de dejar de considerar la utilidad, la ganancia, la carrera y el éxito como el objetivo último de mi vida, para reconocer sin embargo como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de optar entre vivir sólo para mí o entregarme a lo más grande. Hay que tener en cuenta que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en una Persona. Al seguirle a Él, me pongo al servicio de la verdad y del amor. Al perderme, vuelvo a encontrarme. -Benedicto XVI a los jóvenes el Domingo de Ramos, 2007.

Los apóstoles no anuncian una idea; son testigos de Jesús
Benedicto XVI, Explica en la audiencia general la relación de Jesús con los doce
22 marzo 2006, Fuente: Zenit.org

Los primeros apóstoles, al igual que los apóstoles de hoy, no fueron heraldos de una idea, sino testigos de Cristo ante todo el mundo.

Cuando Juan Bautista presentó a Jesús como el Cordero de Dios. A la pregunta: «¿Qué buscáis», los futuros apóstoles respondieron con otra pregunta: «Rabbí --que quiere decir, "Maestro"- ¿dónde vives?"». Jesús les respondió «Venid y lo veréis».

«La aventura de los apóstoles comienza así, como un encuentro de personas que se abren recíprocamente. Para los discípulos comienza un conocimiento directo del Maestro»

«Ven donde vive y comienzan a conocerle. No tendrán que ser heraldos de una idea, sino testigos de una persona».

«Antes de ser enviados a evangelizar, tendrán que "estar" con Jesús, estableciendo con él una relación personal».

Por este motivo, «la evangelización no es más que un anuncio de lo que se ha experimentado y una invitación a entrar en el misterio de la comunión con Cristo».

«El apóstol es un enviado, pero antes aún es un "experto" de Jesús».

Tras su pasión y resurrección, Cristo «enviará a los apóstoles "por todo el mundo", a "todas las gentes", "hasta los confines de la tierra"»

«Y esta misión continúa. Siempre continúa el mandamiento del Señor de reunir a los pueblos en la unidad de su amor».

«Esta es nuestra esperanza y este es también nuestro mandamiento: contribuir a esa universalidad, a esta verdadera unidad en la riqueza de las culturas, en comunión con nuestro verdadero Señor Jesucristo»

martes, 13 de abril de 2010

LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA


Los Sacramentos

Los siete Sacramentos son los canales de la Gracia por los cuales nosotros encontramos nuestra santificación y Salvación. Ellos son encuentros con Dios quien ha dejado su Presencia en la Iglesia a través de sus ungidos.

Como el amor es algo que no es fácil de demostrar, ya que es invisible e interior, como invisible es Dios, se necesita descubrirlo por medio de signos, que son realidades que el hombre puede entender y ver. Por ejemplo, no basta con sentir o pensar que se ama a alguien, hay que demostrarlo con palabras y gestos para que el otro se sienta amado.

En el sentido etimológico, la palabra latina “sacramentum” es un sustantivo que se deriva del adjetivo “sacer” – “sacra” – “sacrum” que significa algo que santifica (“res sacrans”) y equivale en griego a la voz “misterio” (cosa oculta, sacra, o secreta). En ellos se realiza la acción oculta de Dios que se revela en cada acto donde existe un compromiso del hombre frente a Dios. En un principio, el Plan de Dios para los hombres era algo oculto, es en Cristo donde se logra su total manifestación. La obra de Cristo es sacramental porque el misterio de salvación se hace presente bajo la acción del Espíritu Santo.

Por ello, Jesucristo instituye los sacramentos que “son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina” (Cat. n.1131). Ellos son un puente entre Dios y el hombre, donde se obtiene plena comunicación. Son signos sensibles de una realidad sagrada, espiritual, invisible – no se puede palpar la gracia – y trascendente. Mediante ellos, los fieles se unen a Dios y participan – de manera misteriosa y real – de la vida divina. Poseen una “eficacia” sobrenatural que hace posible que la gracia se produzca, no son algo que significa la gracia, sino que la producen.


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Bautismo

El Bautismo es el sacramento santo de iniciación, cuando somos bautizados nos volvemos miembros del cuerpo de Cristo. Juan 3:5-6 Jesús contestó: En verdad, en verdad os digo que a menos que un hombre nazca de nuevo en agua y en el Espíritu Santo, no podrá entrar al Reino de los cielos. 6 Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.

El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad.

El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, es el pórtico de la Vida en el Espíritu, y además es la puerta que nos abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo, somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo, y somos incorporados a la Iglesia, haciéndonos partícipes de su misión. (Catec. 1213)

Este sacramento se llama "Bautismo", en razón del elemento esencial del rito, es decir, el "bautizar" (baptizein en griego) que significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión".

La "inmersión", significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo, para así junto con Él, obtener una nueva vida en su resurrección. "Fuimos, pues, con El sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitamos de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, y así también nosotros vivamos una nueva vida”. ( Ef. 5, 26).


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Confirmación

La unción del Obispo con la imposición de manos (1 Timoteo 4:14) No abandones la Gracia que hay en ti, la cual se te fue dada por intervención profética por la imposición de manos sacerdotales.

El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.

En este sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.


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Penitencia o Confesión.

El poder de perdonar los pecados le ha sido otorgado a la Iglesia en este Sacramento. En el venimos al tribunal de la Misericordia de Dios, que encontramos en la absolución dada por el Sacerdote.

Una aclaración sobre este Sacramento, conviene, recordar la necesidad de recibir este sacramento si tenemos conciencia de pecado grave, ya que para acceder a la Eucaristía con las debidas disposiciones, es preciso remover todo obstáculo que se anteponga a esa comunión en el amor del Padre (cf. 1 Cor 11,28).

Se ha señalado también la conveniencia de recibir el sacramento de la reconciliación de manera periódica para participar con mayor fruto en la Eucaristía y evitar el pecado. Así mismo debemos hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesar los pecados graves en la próxima confesión, si se tiene urgencia de comulgar y no hay oportunidad de recibir el sacramento de la Penitencia previamente. Más aún, la misma participación en la Eucaristía contiene también una invitación a volver a la Penitencia.

Deberíamos de confesarnos por lo menos una vez al mes o cuando se requiera, de otra manera perderemos el sentido del pecado y pensaremos que ya somos santos.

Juan 20:21 El les dijo de nuevo: La Paz sea con vosotros. Como el Padre me ha enviado, yo también os envío.

22 Cuando el dijo esto, respiró sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

23 Los pecados de aquellos a quienes perdonéis son perdonados, los pecados de aquellos que retengáis son retenidos.


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La Eucaristía - La Sagrada Comunión

Dios está con nosotros, Emanuel. Jesús esta verdaderamente presente en las especies consagradas del pan y el vino. El es el Pan de la Vida.

Deberíamos de tener gran respeto ante la Presencia del Santísimo Sacramento porque cuando venimos a la Iglesia, venimos a la casa de Dios.

El Tabernáculo es el Sagrario en el que se guardan el copón y las sagradas hostias, este debe de estar localizado en la parte mas importante de la Iglesia, básicamente detrás del altar, para que nosotros podamos darle homenaje y adoración a la Presencia de Dios en el Santísimo Sacramento en todo momento de nuestra estadía en la Iglesia.

Reverencia para Jesús verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía.

Mateo 26: 26 Y mientras estaban en la cena, Jesús tomo el pan y lo bendijo, lo partió: se lo dio a sus discípulos y dijo: Tomad y comed. Este es mi cuerpo.

27 Y tomando el cáliz, dio gracias y se los dio diciendo: Tomad todos de el.

28 Porque esta es mi sangre del nuevo testamento, la cual será derramada para el perdón de los pecados.


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Matrimonio

Cristo santificó el Sacramento del Matrimonio al atender a las bodas de Cana y hacer allí el primer milagro público.

Génesis 2:24 Por eso un hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa: ellos serán dos en una carne.

La unión conyugal tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita compañía. “No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a él.” (Gen. 2, 18). “Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios, hombre y mujer los creó, y los bendijo diciéndoles: procread, y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”. (Gen. 1, 27- 28). Desde el principio de la creación, cuando Dios crea a la primera pareja, la unión entre ambos se convierte en una institución natural, con un vínculo permanente y unidad total (Mt. 19,6).


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La unción de los enfermos.

El sacramento de la Unción de los Enfermos “tiene como fin conferir la gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad y vejez”. (Catec. n. 1527).

Es un hecho que la enfermedad y el sufrimiento que ellos conllevan son inherentes al hombre, no se pueden separar de él. Esto le causa graves problemas porque el hombre se ve impotente ante ellos y se da cuenta de sus límites y de que es finito. Además de que la enfermedad puede hacer que se vislumbre la muerte.

Santiago 5:14-16

14 Hay alguien enfermo entre ustedes? Dejen que los presbíteros de la Iglesia vengan, que recen sobre ellos y le ungen con aceite en el nombre del Señor.

15 Y la oración de fe salvará al hombre enfermo: y el Señor le levantará: si el tienen pecados, estos le serán perdonados.

16 Confiesen por eso los pecados los unos a los otros: recen los unos por los otros para que ustedes puedan ser salvados. Porque la oración continua del hombre justo vale mucho.


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Sacramento del Orden

El Sacramento del Orden es el que hace posible que la misión, que Cristo les dio a sus Apóstoles, siga siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Es el Sacramento del ministerio apostólico.

De hecho este es el sacramento por el cual unos hombres quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza, las funciones de enseñar, gobernar y santificar”. (CIC. c. 1008)

Todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo, lo cual los capacita para colaborar en la misión de la Iglesia.

Este Sacramento confiere la autoridad dada por Cristo a sus apóstoles y de ellos a sus sucesores y hasta el final de los tiempos.

lunes, 12 de abril de 2010

SIGNOS DE PASCUA


por Aderico Dolzani
Sacerdote de la Sociedad de San Pablo


La Pascua exalta la victoria de la vida sobre la muerte. A veces, esto nos parece más una afirmación teórica o espiritual que concreta. Sin embargo, a lo largo de nuestra historia personal, encontramos signos que tienen una significación muy profunda y, muchas veces, no tenemos la capacidad para interpretarlos.

La Pascua Judía celebra el paso de Dios para liberar al pueblo. La Pascua de Jesús es el pacto de la Nueva Alianza, y, cuando la celebramos, en la medida en que nuestra vida refleja y actualiza la vida de Jesús, volvemos a firmar el acuerdo que nos habilita para vencer a la muerte.

Hay muchos signos en la sociedad que nos recuerdan los signos de la Pascua:

El signo de la palabra que nos permite llamar a las cosas por su nombre, en la sociedad y en la Iglesia. El Evangelio solicita que nuestro lenguaje sea verdadero, audaz y valiente, para proclamar la justicia que merecemos, gracias a su pasión, muerte y resurrección.

El signo de la luz que vence a las tinieblas: Jesús es la luz que no se agota, que recibimos, la ofrecemos y la transmitimos a los demás. Solamente la persona que recibe la Luz de Jesús puede iluminar a los demás. ¿Qué situaciones de nuestra vida cotidiana necesitamos iluminar? ¿Qué situaciones familiares, comunitarias y sociales requieren luz?

El signo del pan y el vino: compartir una comida es una de las expresiones que más se repite en todos los pueblos como signo unión y júbilo. Un plato y un vaso compartidos con las personas a las que se estima, ayuda a crear un ambiente de alegría. Compartir entre nosotros el alimento es un gesto de servicio, de perdón, de ayuda, de tolerancia y de amistad.

El signo de ser Pueblo de Dios que tiene una Alianza con él: Está en nosotros descubrir los símbolos en los que la vida nos pide vencer el mal. Los signos de nuestras celebraciones solamente tienen sentido, si los vivimos como pueblo de Dios, como Iglesia, porque somos una comunidad que refleja la vida de Jesús.
Así como hay signos pascuales de vida, hay signos de pecado y muerte: el silencio frente al mal y el no proclamar la Buena Noticia. El signo del individualismo que no nos permite dar y darnos a los otros.

La Pascua, paso de Dios por nuestra vida, se realiza definitivamente en cada uno de nosotros y nos constituye como pueblo de Dios, que trasciende los estrechos límites sociales, políticos y culturales en que nos quieren encerrar.

domingo, 11 de abril de 2010

HOMILIA 2 DOM DE PASUCA - Ciclo C

P. Adelino



Las oraciones de este domingo están contemplando a los nuevos bautizados, acentuando la nueva existencia del cristiano, regenerado o renovado por el bautismo y para los que ya éramos bautizados, por la renovación de las promesas bautismales. Esta vida nueva se manifiesta causando la admiración entre los hombres (1 lectura).
Un punto muy importante que la liturgia nos presenta es la prueba de la resurrección de Jesús. Esta es la segunda prueba: las apariciones de Jesús resucitado. La semana pasada la liturgia nos presentaba la primera prueba, el sepulcro vacío. Estas dos pruebas tienen que estar unidas porque solas o aisladas no prueban nada. En este sentido el evangelista Juan nos propone pensar todos los hechos que están dentro del misterio de la resurrección del Señor en el mismo día. La semana pasada decía: “Al amanecer del primer día de la semana, las mujeres…” Hoy dice: “Al atardecer del primer día de la semana, estando cerradas las puertas, Jesús aparece y dice: la paz esté con ustedes… Sopla sobre ellos y les dice: ‘reciban el Espíritu Santo’…” Vemos entonces, en el mismo día, el sepulcro vacío, Jesús que se aparece, traspasa la pared, come con ellos, les envía el Espíritu Santo, le pueden tocar las llagas, les envía en misión y establece el Sacramento de la Penitencia, reafirmando el Sacramento del Orden Sagrado que fue instituido el jueves santo (se podría hablar aquí de la importancia de la presencia del sacerdote para la confesión: no es lo mismo confesarse directamente con Dios, como muchos piensan).
Es el mismo Jesús que estaba en la Cruz que aparece a los discípulos, pero no con las mismas condiciones. Eso es un hecho de fe que somos felices los que podemos creer. Pero no juzguemos a Tomás por su falta de fe o por su duda. Nosotros nos asemejamos a él en muchos momentos de nuestra vida cristiana, hasta el punto de usar sus palabras como un dicho popular: “Soy igual a Tomás, si no veo no creo”.
Ojalá podamos salir de nuestras dudas con la misma seguridad y la misma actitud de Tomás: “Señor mío y Dios mío”. En estas palabras está la más profunda profesión de fe, que no se diferencia de la profesión de Pedro: “Tu eres el Mesías, el hijo de Dios”. Jesús no reprocha la profesión de Tomás, sino la actitud de no creer en sus compañeros, de no creer en la Palabra y Promesa del Padre, de no creer que la Vida es capaz de vencer a la muerte. Jesús le reprocha la actitud de no recordar las palabras dichas antes de que todo pasara, tanto por Jesús mismo como también por los profetas. Tomás estaba con los ojos de la fe enceguecidos, pero no es distinto de los discípulos de Emaús que estaban con los ojos cerrados y no reconocieron al Señor, para ellos fue necesario que el Señor les abriera la inteligencia.
Otro hecho que el evangelista deja claro y lo repite porque quiere remarcarlo es que las puertas estaban cerradas. Una forma de decir que Jesús simplemente entró y no se sabe por dónde. Eso fortalece el hecho de las apariciones. Es una realidad nueva como se sugiere en las dos lecturas anteriores. Desde esta perspectiva de la resurrección la comunidad cristiana aparece, en el mundo, como un mundo nuevo, escatológico. Las personas se adhieren a esta nueva realidad para ser salvadas, por eso la visión de Juan presenta a Jesús como el Juez de la Historia, el Señor de señores, el Hijo del Hombre antes dicho por Daniel (1, 12). Ese Señor de la historia fue muerto, pero ahora vive, es vencedor.
Pidamos al Señor la gracia de no tibiar en la fe; de no necesitar ver las obras de Dios para poder creer en su poder, sino que podamos creer para ver que Dios es fiel.

LA DIVINA MISERICORDIA

La celebración de la Divina Misericordia, como el mismo Señor había pedido que la celebrase en este domingo de pascua, está totalmente acorde con la liturgia de hoy. Jesús dijo a Santa Faustina que la hora de la Misericordia es la hora de la pasión. No podemos celebrar la gracia de la resurrección sin pasar por la pasión, es lo que vivimos la semana pasada. La resurrección es el fruto de la actitud misericordiosa de nuestro Dios y de su Hijo Jesucristo.
Somos llamados a penetrar en el misterio de la entrega amorosa de Jesús, de su dolor y de su muerte para encontrarnos con su misericordia.
“Felices son los que creen sin haber visto”. Felices son aquellos que se confían en la infinita misericordia del Señor, mismo antes de recibir las gracias abundantes de su misericordia. La paz que el Señor nos ofrece hoy es el fruto de su misericordia. Sólo el que se encuentra con tamaña misericordia puede decir que se ha encontrado con la paz del Señor que no es la misma paz fingida o mentirosa de la sociedad. La Paz es el primer don del resucitado. Una paz que calma, que alivia, que fortalece, que sostiene, que irradia, que alimenta. Es la paz que fue otorgada desde la cruz.
Del corazón abierto de Jesús brotan sangre y agua, la iglesia unida al Señor; la Sangre que simboliza la vida de las almas y el Agua que purifica las almas.