Madre, una gracia te pido, 
que me sanes en cuerpo y alma.

sábado, 13 de marzo de 2010

HOMILIA 4 DOM CUARESMA (C)


Por el P. Adelino Dos Santos, HSIMC


Hoy es “laetare”, día de las rosas en Roma y día de alegría en medio de la penitencia. La pregunta es cómo combinar alegría y penitencia. Es necesario descubrir que la penitencia tiene por fin la alegría, porque el fin es Dios mismo. En el antiguo Testamento la penitencia se llama “volver”. Este mismo significado tenemos que resignificarlo hoy en nuestros días. Es el mismo significado que Lucas presenta en la parábola del hijo pródigo (Evang.) El hijo se fue para lejos, muy lejos del padre… geográfica, afectiva y moralmente lejos del padre. Pero, cuando siente falta del amor verdadero del padre, volvió vacío de sí e indigno a sus ojos de ser llamado hijo de tan bondadoso padre. Él volvió a su casa y este volver fue causa de alegría. Este es el espíritu de esta liturgia, el domingo “laetare”.
Mientras nosotros estamos todavía impresionados por nuestros fracasos, miedos, egoísmos, rechazos pasados, Dios nos abre los brazos porque ya ve la nueva vida que puede generar en nosotros y se alegra. Mientras estamos sumergidos en nosotros mismos, lejos o perdidos en nuestros pecados, Dios está en la puerta, ansioso, esperando nuestro volver para abrazarnos y devolvernos la dignidad de hijo. “El que estaba muerto, volvió a la vida; el que estaba perdido, fue encontrado” (Lc 15, 32).
La primera lectura de hoy nos ayuda a entender otro, desde otra mirada, porqué la alegría en medio de la penitencia. El pueblo de Dios celebra la entrada en la tierra prometida. Después de tanto sufrir hambre y sed, las dificultades mismas del desierto, entran en la tierra que Dios había prometido a Abraham. Ese hecho prueba que Dios no sólo acompañaba a su pueblo sino también su fidelidad. Dios es fiel y permanece con su pueblo. Dios, el que ES, el “YO SOY” es fiel a su alianza, a su Palabra. Israel puede olvidarse de su vergüenza, ser esclavo, porque ahora es un pueblo libre. Ya no necesita del maná, sino que comerá del nuevo pan, el pan ázimo. El pan sin la vieja levadura. Hay un gran simbolismo en todo eso. Es lo nuevo que surge de la Palabra y Promesa de Dios; es la vida nueva que renace para los que confían en la palabra del Padre. Todo es nuevo y la vergüenza de nuestros pecados son borrados. ¡Qué lindo pensar en todo eso! ¡Qué lindo saber que Dios no está aferrado a este pasado miserable nuestro!
Mucha gente puede interpretar mal todo eso. Se puede pensar que todo es muy fácil: salir, malgastar todo y después volver como si nada ha pasado o puede pensar que está bueno, vivamos a la orilla porque total Dios perdona. Pensemos que Dios no es un capataz sino el creador. Dios nos creó sin deber nada a nadie y nos amó primero. Tampoco debe a nuestros pecados cuando decide recriarnos. Volver no es tan fácil, pero es un proceso que debemos atravesar. Volver significa reconocer que sin el Padre no podemos vivir, que sin él perdemos nuestra dignidad, que sin él vivimos en el pecado, sin vida y sin sentido. Volver significa reconocer nuestros pecados y vencer a nuestro orgullo; es vaciarnos de nuestros mismos para ser llenados por el amor infinito del Padre. Volver significa convertir el corazón a Dios.
Todos nosotros somos hijos pródigos, un día nos apartamos del Padre otro día volvemos al Padre. Es bueno reconocerse como hijo pródigo, pero no de forma mecanicista. Debemos volver renovados, arrepentidos, humillados, reconociendo que no somos dignos. Muchos de nuestros cristianos se identifican con este hijo que se fue y otros se identifican con el hijo que se quedó con el padre. ¿Cuál es la diferencia? Como dije anteriormente, si nos identificamos con el hijo menor, hagámoslo transformando nuestra vida. Si nos identificamos con el hijo mayor, puede que estemos llenos de soberbia, de orgullo, de certezas. ¿Cuánta gente dice, orgullosamente, que desde que empezó a ir a la iglesia nunca se ha alejado? ¿No sería la misma actitud del hijo mayor que orgullosamente va al padre a decir que no es justo lo que está haciendo con este que volvió?
El hijo mayor tiene muchos pecados también, no más ni menos que el que se fue. Podríamos relacionar el evangelio del domingo pasado con el de esta semana. ¿Ustedes piensan que porque el hijo menor se fue es más pecador que el hijo mayor? O bien ¿piensan ustedes que porque el hijo mayor no se fue es menos pecador, menos impuro que el hijo menor? NO. La diferencia entre los dos es que el menor se reconoce pecador y vuelve al padre, el hijo mayor continúa en su soberbia, en su orgullo y no es capaz de recibir al hermano que volvió sin dignidad. ¿Cuántos hermanos nuestros, porque nunca se fueron, viven iguales al hijo mayor?
Tenemos mucho para decir del hijo mayor, pero la liturgia nos quiere decir que siempre hay un momento para volver, todo tiempo es tiempo de regresar al Padre y él, en su amor e infinita misericordia, estará esperándonos con los brazos abiertos, borrando nuestras faltas y devolviéndonos la dignidad: anillo (sello de la familia), sandalias y ropa nueva.

Oración


DINÁMICA DE CUARRESMA - CUARTA SEMANA


CUARTA SEMANA - SABER PEDIR

MOTIVACIÓN:
Saber pedir a Dios no es tener palabras cultas en el momento de rezar,
sino pedir lo que sea de su voluntad. Dios saber nuestras necesidades
y sabe el tiempo oportuno para darnos lo que queremos.

PALABRA DE DIOS (Mt 7, 7-12)
Dijo Jesús a sus discípulos:
“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá: porque quien pide recibe, quien busca encuentra y a quien llama se le abre.
Si alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente?. Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden?
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten: en esto consiste la ley de los profetas”.

REFLEXION:
La vida actual hace difícil la oración. Para orar necesitamos reconocernos necesitados y disponer de serenidad y silencio para hablar con Dios. Y estas condiciones no se dan generalmente en nuestra vida diaria, tan ajetreada y ruidosa.
En la oración de petición, que es la que más hacemos, no debemos ponerle condiciones a Dios. El, que es Padre, nos dará aquellos que nos conviene.

ORACIÓN DEL POBRE.
Vengo ante ti, mi Señor, con el peso de mi culpa.
Con la fe puesta en tu amor que me abraza como un hijo.
Te abro mi corazón y te ofrezco mi miseria,
despojado de mis cosas quiero llenarme de ti.
Que tu Espíritu, Señor, abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz, transforma mi vida entera..
Puesto en tus manos, Señor, siento que soy pobre y débil;
más tú me quieres así; yo te bendigo y te alabo.
Padre, en mi debilidad tu me das la fortaleza;
amas al hombre sencillo, le das tu paz y perdón.

viernes, 12 de marzo de 2010

COMBATIR EL PECADO PERSONAL





Fragmento de la Catequesis de SS. Juan Pablo II, audiencia de los miércoles (25/08/1999)
Al dirigir nuestra mirada ahora al mundo contemporáneo, debemos constatar que en él la conciencia del pecado se ha debilitado notablemente. A causa de una difundida indiferencia religiosa, o del rechazo de cuanto la recta razón y la Revelación nos dicen acerca de Dios, muchos hombres y mujeres pierden el sentido de la alianza de Dios y de sus mandamientos. Además, muy a menudo la responsabilidad humana se ofusca por la pretensión de una libertad absoluta, que se considera amenazada y condicionada por Dios, legislador supremo.

El drama de la situación contemporánea, que da la impresión de abandonar algunos valores morales fundamentales, depende en gran parte de la perdida del sentido del pecado. A este respecto, advertimos cuán grande debe ser el camino de la "nueva evangelización". Es preciso hacer que la conciencia recupere el sentido de Dios, de su misericordia y de la gratuidad de sus dones, para que pueda reconocer la gravedad del pecado que pone al hombre contra su Creador. Es necesario reconocer y defender como don precioso de Dios la consistencia de la libertad personal, ante la tendencia a disolverla en la cadena de condicionamientos sociales o a separarla de su referencia irrenunciable al Creador.

También es verdad que el pecado personal tiene siempre una dimensión social. El pecador, a la vez que ofende a Dios y se daña a sí mismo, se hace responsable también del mal testimonio y de la influencia negativa de su comportamiento. Incluso cuando el pecado es interior, empeora de alguna manera la condición humana y constituye una disminución de la contribución que todo hombre está llamado a dar al progreso espiritual de la comunidad humana.

Además de todo esto, los pecados de cada uno consolidan las formas de pecado social que son precisamente fruto de la acumulación de muchas culpas personales. Es evidente que las verdaderas responsabilidades siguen correspondiendo a las personas, dado que la estructura social en cuanto tal no es sujeto de actos morales. Como recuerda la exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia, "la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras naciones y bloques de naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. (...) Las verdaderas responsabilidades son de las personas".

jueves, 11 de marzo de 2010

¿QUÉ ES EL PECADO?







Por Luís Martínez Sistach, arzobispo metropolitano de Tarragona

El evangelio nos habla de la misericordia de Dios para con los pecadores. ¿Somos pecadores? ¿Tenemos conciencia de nuestros pecados? ¿El pecado es una realidad presente en nuestro mundo moderno? Pablo VI decía que "el pecado es hoy una palabra silenciada". Actualmente tenemos poca conciencia de pecado. ¿Por qué? Porque nuestra vida se halla un tanto alejada de Dios, y adquirimos conciencia de los propios pecados cuando nos acercamos a Él.

Debe leerse la Biblia para darse cuenta de que en casi todas sus páginas se habla de la existencia del pecado. En el libro sagrado se explica la naturaleza y la malicia del pecado y se manifiesta el amor constante y la misericordia infinita de Dios para con el pecador.

No cabe duda de que la historia de la salvación es la historia de las tentativas repetidas infatigablemente por el Dios creador a fin de arrancar al hombre de su pecado. La encarnación del Hijo de Dios da testimonio de que Dios busca al hombre. Sin embargo, ¿por qué le busca? Porque el hombre se ha alejado y se ha escondido como Adán entre los árboles del paraíso terrestre. Buscando al hombre, Dios quiere inducirle abandonar los caminos del mal en los cuales tiende a adentrarse cada vez más.

El pecado es una ofensa a Dios. El salmista escribe: "Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y aquello que ofende a tus ojos, yo lo he hecho." El pecado se alza contra el amor de Dios por nosotros y separa de Él nuestros corazones. Como afirma san Agustín, "el pecado es el amor de uno mismo hasta el desprecio de Dios".

Cuando descuidamos el mandamiento nuevo del amor que Cristo nos ha dejado, despreciamos también a aquél que nos lo ha dado. Por eso despreciamos toda la ley: ya no amamos al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con todo el entendimiento, ni al prójimo como a nosotros mismos. Entonces, los cristianos ya no amamos como el Señor nos ha amado. Ese menosprecio es la raíz de todos nuestros pecados.

La experiencia nos enseña a todos lo que los clásicos señalaban con gran clarividencia: "Veo lo mejor y lo apruebo, pero después hago lo peor." También san Pablo nos habla de esa experiencia que él mismo había vivido. El Apóstol nos dice en su carta a los romanos: "Veo que soy capaz de querer el bien, pero no de practicarlo: no hago el bien que querría, sino el daño que no querría." Y continúa dando la razón de esta manera de proceder: "Si hago, pues, aquello que no quiero, claro está que no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mi."

El Catecismo de la Iglesia católica recuerda que "la raíz del pecado está dentro del corazón del hombre, en su voluntad libre". Recordamos que Jesús afirmó que "del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, injurias… Éstas son las cosas que hacen impuro a un hombre".

El tiempo de Cuaresma es el tiempo propicio para adquirir una mayor conciencia de nuestros pecados y para acercarnos más a Dios, que quiere perdonar setenta veces siete, siempre que sea necesario. Porque Jesús ha venido a perdonar los pecados. Así lo anunció el ángel a san José: "Han de ponerle por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." La conciencia de pecado, la conversión y el perdón de los pecados son realidad y expresión de crecimiento y de progreso humano y cristiano.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Convertir el corazón





P. Cipriano Sánchez

La experiencia de buscar convertir nuestro corazón a Dios, que es a lo que nos invita constantemente la Cuaresma, nace necesariamente de la experiencia que nosotros tengamos de Dios nuestro Señor. La experiencia del retorno a Dios, la experiencia de un corazón que se vuelve otra vez a nuestro Señor nace de un corazón que experimenta auténticamente a Dios. No puede nacer de un corazón que simplemente contempla sus pecados, ni del que simplemente ve el mal que ha hecho; tiene que nacer de un corazón que descubre la presencia misteriosa de Dios en la propia vida.

Durante la Cuaresma muchas veces escuchamos: “tienes que hacer sacrificios”. Pero la pregunta fundamental sería si estás experimentando más a Dios nuestro Señor, si te estás acercando más a Él.

En la tradición de la Iglesia, la práctica del Vía Crucis —que la Iglesia recomienda diariamente durante la Cuaresma y que no es otra cosa sino el recorrer mentalmente las catorce estaciones que recuerdan los pasos de nuestro Señor desde que es condenado por Pilatos, hasta el sepulcro—, necesariamente tiene que llevarnos hacia el interior de nosotros mismos, hacia la experiencia que nosotros tengamos de Jesucristo nuestro Señor.

Tenemos que ir al fondo de nuestra alma para ahí ver la profundidad que tiene Dios en nosotros, para ver si ya ha conseguido enraizar, enlazarse con nosotros, porque solamente así llegamos a la auténtica conversión del corazón. Al ver lo que Cristo pasó por mí, en su camino a la cruz, tengo que preguntarme: ¿Qué he hecho yo para convertir mi corazón a Cristo? ¿Qué esfuerzo he hecho para que mi corazón lo ponga a Él como el centro de mi vida?

Frecuentemente oímos: “es que la vida espiritual es muy costosa”; “es que seguir a Cristo es muy costoso”; “es que ser un auténtico cristiano es muy costoso”. Yo me pregunto, ¿qué vale más, lo que a mí me cuesta o lo que yo gano convirtiéndome a Cristo? Merece la pena todo el esfuerzo interior por reordenar mi espíritu, por poner mis valores en su lugar, por ser capaz de cambiar algunos de mis comportamientos, incluso el uso de mi tiempo, la eficacia de mi testimonio cristiano, convirtiéndome a Cristo, porque con eso gano.

A la persona humana le bastan pequeños detalles para entrar en penitencia, para entrar en conversión, para entrar dentro de sí misma, pero podría ser que ante la dificultad, ante los problemas, ante las luchas interiores o exteriores nosotros no lográramos encontrarnos con Cristo.

Nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días si queremos en la Eucaristía; nosotros, que tenemos a Jesucristo si queremos en su Palabra en el Evangelio; nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días en la oración, podemos dejarlo pasar y poner otros valores por encima de Cristo. ¡Qué serio es esto, y cómo tiene que hacer que nuestro corazón descubra al auténtico Jesucristo!

Dirá Jesucristo: “¿De qué te sirve ganar todo el mundo, si pierdes tu alma? ¿Qué podrás dar tú a cambio de tu alma?” Es cuestión de ver hacia dónde estamos orientando nuestra alma; es cuestión de ver hacia dónde estamos poniendo nuestra intención y nuestra vida para luego aplicarlo a nuestras realidades cotidianas: aplicarlo a nuestra vida conyugal, a nuestra vida familiar, a nuestra vida social; aplicarlo a mi esfuerzo por el crecimiento interior en la oración, aplicarlo a mi esfuerzo por enraizar en mi vida las virtudes.

Cuando en esta Cuaresma escuchemos en nuestros oídos la voz de Cristo que nos llama a la conversión del espíritu, pidámosle que sea Él quien nos ayude a convertir el corazón, a transformar nuestra vida, a reordenar nuestra persona a una auténtica conversión del corazón, a una auténtica vuelta a Dios, a una auténtica experiencia de nuestro Señor.

martes, 9 de marzo de 2010

lunes, 8 de marzo de 2010

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER











Un poco de historia
El Día Internacional de la Mujer, jornada consagrada a la lucha por la igualdad y la emancipación de las mujeres inspirada por una socialista alemana, cumple hoy cien años de existencia.
Desde su lanzamiento en 1910 en una conferencia femenina en Dinamarca, las mujeres han conquistado numerosos derechos cívicos, políticos, sociales y laborales, pero un siglo después la plena igualdad con el hombre sigue siendo un objetivo pendiente.
Y en la gran mayoría de los países las mujeres siguen sufriendo, en mayor o menor medida, discriminaciones de todo tipo cuando no situaciones de opresión.
La militante socialista alemana Clara Zetkin, amiga del revolucionario ruso Lenin, lanzó la idea, sin proponer una fecha fija, en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en agosto de 1910 en Copenhague, señala la historiadora francesa Françoise Picq.
La propuesta fue aprobada con el voto unánime de las delegadas de los 17 países representados en la conferencia.
La primera celebración, el 19 de marzo de 1911, reunió a cientos de miles de personas en varios países europeos, particularmente en Alemania y Austria, que reclamaban sobre todo el derecho de voto para las mujeres.
La fecha del 8 de marzo quedó definitivamente fijada en 1917. Ese día (23 de febrero en el calendario ruso de la época), miles de trabajadoras rusas se pusieron en huelga y manifestaron en San Petersburgo pidiendo pan y paz.
Las manifestaciones desencadenaron el proceso revolucionario que cuatro días después provocó la caída del Zar de Rusia y, en octubre de 1917, consagró el triunfo de los comunistas.
La revolución rusa dio un gran impulso a la lucha de las mujeres y a la conmemoración de la jornada del 8 de marzo, señala Picq.
En 1975, bajo la presión de los movimientos feministas de los años sesenta y setenta, que a los tradicionales reclamos de igualdad sumaron la lucha contra el sexismo y por la autonomía de la mujer, las Naciones Unidas conmemoraron el Año Internacional de la Mujer.
En 1977, la Asamblea General de la ONU resolvió incorporar oficialmente el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, al calendario de celebraciones mundiales de las Naciones Unidas.

Oración por la mujer

(+Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de Matehuala - México)

Gracias, Dios Padre Bueno, por el amor que nos tienes;
porque nos has creado a tu imagen y semejanza
en la condición de varón y mujer;
para que, reconociéndonos diferentes,
busquemos complementarnos:
el varón como apoyo de la mujer
y la mujer como apoyo del varón.

Gracias, Padre Bueno, por la mujer
y su misión en la comunidad humana.

Te pedimos por la mujer que es hija:
que sea acogida y amada por sus padres,
tratada con ternura y delicadeza.

Te pedimos por la mujer que es hermana:
que sea respetada y defendida por sus hermanos.

Te pedimos por la mujer que es esposa:
que sea reconocida, valorada y ayudada por su esposo,
compañero fiel en la vida conyugal;
que ella se respete y se dé a respetar,
para vivir ambos la comunión de corazones y anhelos
que se prolongan en la fecundidad de una nueva vida humana,
participando así en la máxima obra de la creación: el ser humano.

Te pedimos por la mujer que es madre:
que reconozca en la maternidad el florecimiento de su feminidad.
Creada para la relación,
sea sensible, tierna y abnegada en la educación de cada hijo;
con la dulzura y la fortaleza,
la serenidad y la valentía,
la fe y la esperanza
que van forjando la persona, el ciudadano, el hijo de Dios.

Te pedimos por las mujeres buenas y generosas
que han entregado su vida para realizar la nuestra.

Te pedimos por las mujeres que se sienten solas,
por las que no encuentran sentido a su vida;
por las marginadas y usadas como objeto de placer y de consumo;
por las que han sido maltratadas y asesinadas.

Te pedimos, Padre Bueno, por todos nosotros, varones o mujeres;
que nos sepamos comprender, valorar y ayudar mutuamente,
para que en la relación, amable y positiva,
colaboremos juntos al servicio de la familia y de la vida.

Amén.

domingo, 7 de marzo de 2010

HOMENAJE A LA MUJER

LA PARROQUIA SAN ANTONIO DE PADUA, HOMENAJEANDO A LA MUJER, CELEBRARÁ EN ESTE DÍA 08 DE MARZO UNA MISA EN ACCIÓN DE GRACIAS POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.

TODAS LAS MUJERES DE NUESTRA COMUNIDAD ESTÁN INVITADAS A PARTICIPAR.

PARROQUIA SAN ANTONIO DE PADUA

SÁENZ PEÑA 2241 - VILLA ROSAS

BAHÍA BLANCA

MISA A LAS 20:00hs

HOMILIA 3 Dom CUARESMA - ciclo C


Reflexión dominical con el P. Adelino

La liturgia de este domingo nos ayuda a observar dos características de Dios: por un lado Compasivo y Bondadoso (1ª Lectura) y por otro lado, Paciente (Evang.). A veces nos cuesta entender la pedagogía que Dios utiliza para educarnos en su Palabra.
Después de los dos temas anteriores (I y II dom), la tentación y la gloria, la liturgia nos propone entrar de lleno en el tema de la conversión. Para recibir la gracia que Dios nos da, es necesario reconocernos pecadores, es decir, sólo podemos contemplar la gloria y recibir la gracia de Dios si estamos vacíos de nosotros mismos. No nos olvidemos que delante del Señor todos somos iguales, en el sentido de ser pecadores. Dios nos pone a todos la misma bolsa.
Las dos primeras lecturas y la primera parte del evangelio nos sirve para que entremos en ese espíritu del Santo Temor de Dios (el Don del Espíritu Santo). Dios se revela a Moisés lleno de compasión y además un Dios liberador: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios…” Dios no soporta la opresión que vive su pueblo, el dolor y el sufrimiento de su pueblo. Es justamente eso que no entendemos nosotros, pensando muchas veces que Dios es injusto, porque pensamos en la justicia de Dios con los mismos criterios que pensamos la justicia nuestra. Muchos pueden preguntar: “Si Dios no soporta la opresión, el dolor, el sufrimiento, ¿por qué entonces pasa tanta cosa en el mundo? La respuesta la vamos a tener cuando hablemos del evangelio.
Dios se aparece a Moisés en la zarza. El fuego es muy significativo. Es un fuego que no hace daño. El fuego del amor de Dios no nos daña, no nos hace mal, por el contrario, nos llena de vigor, de coraje y de vida. Aquí Dios le dice a Moisés cómo es su nombre, el para siempre, el permanente, el eterno, el que no cambia. Dios utiliza el verbo en el presente de indicativo: “YO SOY”. La importancia de ese tiempo verbal es que significa eternidad. No hay cambio, no hay variantes. Yo soy el que soy. Jesús utilizará el mismo verbo y el mismo tiempo: yo soy el pan de vida, yo soy la verdad… Yo soy el principio y el fin… De ahí vamos a entender lo que dice la carta a los Hebreos: “Jesucristo, ayer, hoy y siempre”, o sea, el que es eternamente. Por eso Dios antes de revelarse como el que es, dice yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob, es decir no cambié, soy el mismo. En las tres generaciones soy el mismo… En este sentido Dios no cambia su modo de pensar y obrar por ser afectado por nuestros pecados, o sea, nuestros pecados no afectan al amor de Dios.
Continuando en la Primera lectura, Dios le dice a Moisés, quita las sandalias de tus pies porque este suelo es santo. ¿Cómo entender eso? Pensemos como nos dice San Pablo en la segunda lectura, esto es simbólicamente, es decir, un lenguaje figurado. Quitar las sandalias es despojarse, humillarse, reconocer que delante de Dios no podemos estar con nuestro orgullo, la autosuficiencia, la arrogancia, la prepotencia, la soberbia. Quitarse las sandalias es reconocer que no somos iguales a Dios. Sólo cuando nos reconocemos pecadores, menores que Dios, humillados, vacíos de nosotros mismos podemos encontrarnos con él.
Vimos que en el primer domingo la oración nos ayuda a vencer a las tentaciones para poder llegar a la gloria, a la que fuimos predestinados (II dom), pero para que continuemos peregrinando a esta gloria hay una condición, la conversión (III dom). Dios nos llama hoy a reconocernos pecadores, no mejor ni peor que nadie, solamente pecadores delante de él.
En este sentido entramos en la primera parte del evangelio de hoy. Vienen a Jesús para contarle lo que ha pasado con aquellas personas muertas. Jesús les contesta de modo duro, frenando en ellos la actitud de ponerse en el lugar de jueces de los demás. De modo muy claro y contextualizando podemos decir así: si nosotros pensamos que las víctimas de Haití y de Chile son peores que nosotros y que eso ha pasado por los pecados cometidos, o sea, castigo de Dios, tengamos cuidado que podremos tener la misma suerte. Contextualizando un poco más. Si nosotros nos ponemos a juzgar al borracho, a la prostituta, al ladrón, al vecino… tengamos cuidado, podremos tener la misma suerte. No caigamos en la idiotez de pensar que somos mejores que ellos. NO, no lo somos. La misma suerte sería que mientras pasamos el tiempo juzgando a los demás, pensando que somos mejores, vivimos cometiendo pecados (recordemos la parábola del publicano). Por eso San Pablo nos dice: “Todo eso sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡Cuídese de no caer! Nadie nunca está totalmente seguro, hay siempre tentaciones, hay siempre un pecado cometido. Juzgar compite a Dios…
El Evangelio termina hablando de la parábola de la higuera. Esta parábola habla de la paciencia de Dios. Cuantas veces pensamos que tanta cosa ha pasado, que hay tanta injusticia en el mundo, tanta inseguridad que Dios podría decir ¡basta! Fue la actitud del dueño de la viña, después de tres años esperando por un fruto bueno, nunca comió de ese fruto. ¿Cuántos años tenemos cada uno de nosotros? ¿Cuántos años Dios está esperando que de cada uno saiga un fruto bueno? Es eso, Dios espera siempre por nosotros pacientemente. Si él decide cortarnos (llegar el fin de todo),¿estaremos preparados para el encuentro definitivo con el Señor?
Pidamos al Señor que nos ayude a reconocernos pecadores y abramos nuestro corazón al arrepentimiento. El Espíritu Santo nos ayude a convertirnos y a dar frutos.

El privilegio de dar

Para que reflexionemos en este tiempo.
No se olviden de pausar el sonido del blog.





EL PRIVILEGIO DE DAR

Dale de beber a los que tienen sed,

dale pan a los que lloran por comer

comparte tu tiempo, lo que tienes y tu fe

se un buen ser humano y lo que hagas hazlo bien



Dale a los enfermos esperanza y paz

dale apoyo a los que están sin libertad

lleva compañía al que vive en soledad

llevale consuelo al que ha perdido un familiar



Es el privilegio de dar / es sentirse realizado, caminar con Dios al lado

Es el privilegio de dar/ es la esencia de la vida la mayor alegría

dar de lo que tienes sin buscar compensación

lo que hagas que te lo pague Dios




Dale a tu enemigo reconciliación

dale a todo el que te ofenda tu perdón

dale a tu pareja sin medida el corazón

da y también recibe el milagro del amor



Y siempre dale a todos tu risa,

dale a todo el que te pida

y da gracias si has dado a los necesitados