Madre, una gracia te pido, 
que me sanes en cuerpo y alma.

sábado, 16 de julio de 2011

¿VIRTUDES O VALORES?

Aprende la diferencia con el Profesor de ética, Jesús Ginés.


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viernes, 15 de julio de 2011

EL DOMINGO: RESCATAR SU VERDADERO SENTIDO

El profesor de Ética Jesús Ginés nos explica el por qué se debe rescatar el verdadero sentido del Domingo. El Título del video es "Devolver sentido al Domingo".


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jueves, 14 de julio de 2011

Domingo de la Semana 16ª del Tiempo Ordinario. Ciclo A

 
Domingo de la Semana 16ª del Tiempo Ordinario.  Ciclo A
«Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre»
 
Lectura del libro de la Sabiduría 12,13. 16-19
 
«Pues fuera de ti no hay un Dios que de todas las cosas cuide, a quien tengas que dar cuenta de la justicia de tus juicios. Tu fuerza es el principio de tu justicia y tu señorío sobre todos los seres te hace indulgente con todos ellos. Ostentas tu fuerza a los que no creen en la plenitud de tu poder, y confundes la audacia de los que la conocen. Dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia porque, con sólo quererlo, lo puedes todo. Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo del hombre, y diste a tus hijos la buena esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento».
 
Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos 8, 26- 27
 
«Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios».
 
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13,24 -43
 
«Otra parábola les propuso, diciendo: "El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" El les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."
 
Otra parábola les propuso: "El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas". Les dijo otra parábola: "El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo". Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: "Explícanos la parábola de la cizaña del campo".
 
El respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
 
& Pautas para la reflexión personal  
 
z El vínculo entre las lecturas
 
En su extenso discurso parabólico, Jesús nos va a proponer nuevamente las figuras agrícolas para hablar del Reino de los Cielos. Hablará de la buena y la mala semilla; del grano de  mostaza; y de la levadura. Todas las imágenes que ha usado Jesús  les resultan claras y directas. Sin  embargo los discípulos le piden que explique la parábola de la cizaña y del trigo ya que resulta tan reprobable la actitud del enemigo que quieren profundizar en la explicación dada por el Maestro. Todos debemos tener esa visión de eternidad y confianza en el «dueño de la mies».
 
El libro de la Sabiduría llega a la misma conclusión después de preguntarse por qué Yahveh se muestra tan misericordioso en relación a Egipto (Sb 11, 15-20) y Canaan (Sb 12, 1-11). «No existe Dios fuera de Ti...Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos...Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación» (Primera Lectura). En la carta a los Romanos San Pablo nos muestra cómo el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad y nos enseña a orar como debemos. A través de la acción del Espíritu Santo el cristiano poco a poco llega a comprender, en cuanto esto es posible, el actuar misericordioso y benigno de Dios Amor (Segunda Lectura).
 
J "El Reino de los cielos es semejante a…"
 
El Evangelio de este Domingo nos propone tres parábo­las: la parábola de la cizaña, y las parábolas complementarias del grano de mostaza y de la levadura en la masa. Todas comien­zan con la frase: «El Reino de los cielos es semejante a...». Tal vez convenga explicar brevemente en qué consiste la enseñanza en parábolas. ¿Quién no sabe que gran parte de la enseñanza de Jesús fue expuesta en parábolas? El sustantivo «parábola» viene del verbo griego: «paraba­llo», que signifi­ca literalmente: "poner una cosa junto a otra con la cual tiene alguna semejanza". De aquí pasó a signi­ficar: "compa­rar". Y el sustantivo «parabolé», puede traducirse por "comparación, semejanza, analogía". Eso es lo que significa literalmente el término «parábola». Pero actualmente es un término técnico que indica un modo de enseñanza. Una parábola es un relato inventado pero de ocurren­cia muy posible, o la descrip­ción de una situación co­rriente de la vida cotidiana y, por tanto, familiar para los oyentes. A partir de estas "comparaciones"  se busca una enseñanza.
 
JL El trigo y la cizaña
 
La parábola del trigo y  la cizaña comienza así: «El Reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo…». Pero, ya de noche, el enemigo sembró la cizaña entre el trigo y se fue. Luego al brotar la hierba aparece la planta no deseada. Ésta debe de haber sido una situación familiar para los oyentes de Jesús, propia de una sociedad campesina, en la cual solía ocurrir que para dañar al enemigo se venía de noche y en secreto sembraba en su campo en medio de la buena semilla una maleza agreste. En este caso el enemigo sembró cizaña. Ya está ganada la atención de todos los oyentes ya que ellos saben perfectamente a que se refiere, sin embargo necesi­tamos una aclaración.
 
La cizaña es una semilla maligna que dificulta el crecimiento del trigo y, en el momento de la siega, mez­clán­dose con el trigo, molesta. Tiene el nombre científi­co: «lo­lium temulentum». No puede distinguirse del trigo, en medio del cual crece, antes que haya llegado a madurez y se haya vuelto amarillento. Sería poco sabio arrancar la cizaña antes de la siega, tratando de dejar intacto el trigo. Es mejor esperar la siega cuando la operación de separación es fácil y sin riesgo para el trigo. Pongámonos en la situación de los oyentes de Jesús; son todos exper­tos en el modo de enfrentar esta dificul­tad.
 
Sigue el relato de Jesús: «Los siervos del amo se acercaron a decirle: 'Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?' El les contestó: 'Algún enemigo malo ha hecho esto'». Hasta aquí la narra­ción del hecho de vida. Ahora viene la interpelación a los oyen­tes ante el pedido de los siervos por arrancar la cizaña. En este punto podemos imaginar a los oyentes que toman partido y exclaman: «¡No, no se hace así, hay que esperar que maduren ambos, no sea que junto con la cizaña se arranque también el trigo!»  Y el amo les da razón, diciendo a los siervos: «No, no vayáis... Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero».
 
Hasta aquí el relato tiene una clara enseñanza, pero hay algo que falta para los discípulos de Jesús. ¿No tendrá que ver esta parábola con uno de los problemas más serios del judaísmo tardío: la retribución en la vida eterna? ¿Qué pasa con los justos que han sufrido en esta vida que pasa? El mismo Jesús nos dirá: «El campo es el mundo», hoy día diríamos: «El campo es la historia humana». La enseñanza que queda en los oyentes es que en la historia humana el bien y el mal están mezclados y que en su etapa actual nosotros no somos capaces de distinguirlos y separarlos sin equivo­carnos y cometer injusticia. Hay que esperar hasta que ambos lle­guen a madurez. No hay que impacientarse. Hay que confiar en la sabiduría de Dios.
 
San Agustín nos dirá que esta parábola se refiere a la paciencia del Padre que siempre espera, «porque hay muchos que antes eran pecadores y después llegan a convertirse». San Agustín debe de hablar desde su propia experiencia de vida. Por medio de esta parábola Jesús ha expues­to de manera eficaz la misma enseñanza que ya daba Dios en el Antiguo Testamento: «Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te impacientes, que es peor: pues serán extirpados los malva­dos, más los que esperan en el Señor poseerán la tierra. Un poco más y no hay impío, buscas su lugar y ya no está; en cambio, poseerán la tierra los humildes, y gozarán de inmen­sa paz» (Sal 37,8-11).
 
J El grano de mostaza
 
La parábola del grano de mostaza tiene la finalidad de enseñar que, en contraste con sus humildes inicios, la ense­ñanza de Cristo estaba destinada a crecer y difundirse y llenar la tierra. En efecto, el grano de mostaza es la más pequeña de las semillas, pero una vez que crece, se hace un gran árbol que cobija a las aves del cielo. Nosotros leemos esta parábola ahora que la Iglesia de Cristo está estableci­da en todos los Continen­tes y en todos los rincones de tierra, es decir, cuando es un gran árbol que cobija a mil millones de hombres. Pero no debemos olvidar que fue dicha por Cristo cuando sus seguido­res eran sólo un pequeño grupo en un alejado rincón del mundo. El cumplimien­to de este anuncio de Jesús, que en su momento fue una magnífica profe­cía sobre el desarrollo de su Iglesia, cons­tituye uno de los motivos de credibilidad de la fe cristia­na. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, «la propaga­ción y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabi­lidad son signos ciertos de la revelación, adaptados a la inteligencia de todos, motivos de credibilidad que muestran que el asentimiento de la fe no es, en modo alguno, un movi­miento ciego del espíritu»[1].
 
J La levadura que fermenta toda la masa
 
La parábola de la levadura que fermenta toda la masa indica una misión esencial de los cristianos. Ellos han recibido de su Señor la misión de «hacer discípulos de todos los pueblos, enseñándoles a observar todo lo que Cristo les enseñó». Hoy día es frecuente escuchar a personas declararse cristianos, y hasta católicos practicantes, pero no aceptar algunas de las enseñanzas de la Iglesia Cató­lica. A menudo argumentan que vivimos en una sociedad «tolerante» y que «cada uno tiene derecho a creer en su verdad» aun siendo ésta contraria a la fe y enseñanza cristiana. En realidad, el que piensa y actúa de esa manera no ha entendido nada del cristianismo y no puede consi­derarse un auténtico discípulo de Cristo. Cristo no presentó su doctrina como una opinión entre otras, sino como «la Verdad» y afirmó de manera tajante: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Un cristianismo que se adapta a nuestros gustos y caprichos personales simplemente no es «cristianismo»; eso es una crea­ción nuestra, un cristianismo a nuestra medida, un cristianismo «light».  Es decir una religión de supermercado hecha a «imagen y semejanza» de sus propios caprichos personales. Es Dios que tiene que adaptarse si yo me separo de mi mujer, si uso métodos anticonceptivos artificiales, si practico el aborto o si tengo un desorden en mi comportamiento sexual.
 
El verdadero cristiano está convencido que Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre y que vino a este mundo para reconciliarnos y comu­nicarnos «la única verdad que nos hace libres». El verda­dero cristiano está convencido que solamente en el misterio del Verbo Encarnado, el misterio del hombre se aclara[2] y que aceptar medias verdades es lo mismo que aceptar la mentira y su terrible dinamismo de muerte.  La parábola de la levadura en la masa nos enseña que los discípulos de Cristo no debemos pasar inadvertidos en la masa, sino fermentarla toda. San Juan Crisóstomo nos dice que «la levadura son los cristianos que cambiarán el mundo entero».
 
+  Una palabra del Santo Padre:
 
«La unidad de los hombres en su multiplicidad ha sido posible porque Dios, el único Dios del cielo y de la tierra, se nos manifestó; porque la verdad esencial sobre nuestra vida, sobre nuestro origen y nuestro destino, se hizo visible cuando Él se nos manifestó y en Jesucristo nos hizo ver su rostro, se nos reveló a sí mismo. Esta verdad sobre la esencia de nuestro ser, sobre nuestra vida y nuestra muerte, verdad que Dios hizo visible, nos une y nos convierte en hermanos. Catolicidad y unidad van juntas. Y la unidad tiene un contenido: la fe que los Apóstoles nos transmitieron de parte de Cristo...
 
En este momento de la historia, lleno de escepticismo y de dudas, pero también rico en deseo de Dios, reconocemos de nuevo nuestra misión común de testimoniar juntos a Cristo nuestro Señor y, sobre la base de la unidad que ya se nos ha donado, de ayudar al mundo para que crea. Y pidamos con todo nuestro corazón al Señor que nos guíe a la unidad plena, a fin de que el esplendor de la verdad, la única que puede crear la unidad, sea de nuevo visible en el mundo».
 
            Benedicto XVI. Homilía en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, 29 de junio de 2005.
 
 
'  Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana. 
 
1. Muchas veces nos olvidamos que «el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad». Hagamos una visita al Santísimo y recemos al Señor por alguna necesidad personal concreta. 
2. ¿Por mis actos y mi testimonio de vida realmente soy «levadura en medio de la masa»?  
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 309-314.385.

[1] Catecismo de la Iglesia Católica, 156.
[2] Ver Gaudium et spes, 22
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Fuente: "Meditación Dominical"

COMO SER BUENOS

El profesor Jesús Ginés comparte su expriencia y nos enseña como ser buenos, en el programa Editorial.

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miércoles, 13 de julio de 2011

FE, ESPERANZA Y CARIDAD

Linda reflexión de Jesús Ginés sobre la tres virtudes teologales; la Fe, la Esperanza y la Caridad.
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martes, 12 de julio de 2011

EXHORTACIÓN APOST. VERBUM DÓMINI

Explicación de la Exhortación Apostólica Verbum Domini por Jesús Ginés.

“Un momento importante de la animación pastoral de la Iglesia en el que se puede redescubrir adecuadamente el puesto central de la Palabra de Dios es la Catequesis que, en sus diversas formas y fases, ha de acompañar siempre al pueblo de Dios". VD 74


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LAS PARÁBOLAS DEL REINO

Para explicar el Reino de Dios Jesús no hizo grandes y complicados discursos, sino que recurrió al uso de «parábolas». Una parábola es una narración de un suceso figurado, del cual se deduce, por comparación o semejanza, una enseñanza sobre una verdad importante. Es la parábola la forma literaria más característica en la que Jesús le habla a la gente en los libros del Evangelio, lo cual no es sorprendente si tomamos en cuenta que en los tiempos de Jesús la comunicación en parábolas era muy común entre los escribas.

Para poder entender las parábolas de los evangelios y adentrarnos así en el núcleo de la predicación de Jesús, hemos de tener en cuenta tres cosas:
1.Toda parábola tiene un mensaje central, incluso si es larga y llena de detalles. Por tanto, no hay que intentar ver el significado de cada detalle, sino preguntarse: «¿Qué idea principal me quiere comunicar esta parábola?»
2.Las parábolas del Evangelio intentan hacernos comprender algún aspecto o cualidad del Reino de Dios. Por eso tenemos que preguntarnos: «¿Qué me dice esta parábola acerca del Reino de Dios?»
3.Las parábolas pretenden provocar una reacción ante la llegada del Reino. Y por eso hemos de preguntarnos también: ¿Qué respuesta espera de mí?»

El capítulo 13 del Evangelio de San Mateo presenta un discurso parabólico sobre el Reino de Dios compuesto por siete parábolas, las cuales hemos escuchado los pasados tres domingos. Tres de ellas tienen explicación por parte del mismo Jesús, el resto deberán ser interpretadas bajo el auspicio de la tradición de la Iglesia e intercesión del Espíritu Santo.

“El que tenga oídos, que oiga”

La parábola del sembrador (Mt 13,3-9.18-30) es ante todo una parábola de esperanza y optimismo. Mateo recuerda que la acción libre del sembrador, se inspira en la acción libre de Dios y en su elección de los sencillos, para que continúen la misión fructuosa de Jesús. Lo que Jesús mira complacido tras las espigas cuajadas de trigo es el triunfo final del Reino de Dios.

Mas para aquellos que no estén dispuestos a escuchar y menos todavía en creer verdaderamente en las verdades relativas al Reino no les será fácil de comprender. Del mismo modo que para los fariseos y los escribas que habían tomado su decisión a propósito de Jesús (cf. Mt 12,24), así pues aunque el Reino de Dios había llegado a ellos, dado que no querían aceptarlo, les fue negado (Mt 13,14-15).

El Reino crece lentamente

Las parábolas del grano de mostaza (Mt 13,31-32) y de la levadura (Mt 13,33), destacan el contraste entre el inicio pequeño e insignificante y el resultado final impresionante. En el judaísmo contemporáneo de Jesús se pensaba que el establecimiento del Reino traería una depuración contundente del mal y los perversos, de modo que una coexistencia de los “hijos del Reino” y los “hijos del Maligno” les parecía inconcebible. Jesús, el Salvador, no vino a juzgar al mundo sino a liberarlo, a sanearlo de manera paulatina pero eficaz.

En el Reino terrenal hay buenos y malos

Las parábolas de la cizaña (Mt 13,24-30.36-43) y de la red (Mt 13,47-50) se refieren a que en la fase terrena del Reino de Dios, instaurada por Jesús y en la cual estamos viviendo, coexisten tanto buenos como malos, mas al final de los tiempos se llevará a cabo una separación, tal como lo sentenció Juan el Bautista (Mt 3,12) y posteriormente el apóstol San Juan (Ap 14,15).

Por lo que es importante permanecer en el Reino, unidos a Cristo para dar fruto: “Yo soy la vid vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.” (Jn 15,5-6)

El Reino vale todos los sacrificios

Al igual que el trabajador en la parábola del tesoro escondido (Mt 13,44), o el comerciante en la parábola de la perla preciosa (Mt 13,45-46), quien encuentra el Reino de Dios se ve inundado de una alegría tan grande que lo impulsa hasta el sacrificio absoluto de sí mismo y de todo lo personal con tal de adquirir el Reino. Estas dos parábolas son de contraste, comparan un primer estado pobreza o carencia, a un estado posterior de alegría y riqueza. Son una invitación para recibir el Reino de Dios renunciando a todo lo demás que nos ata a éste mundo. Jesús quisiera que nos entusiasmáramos por los valores del Reino que Él nos ofrece, y que el mundo no aprecia. Y que, llevados de esa alegría dejáramos todo lo secundario para conseguir lo realmente importante: El Reino de Dios.

Será hasta septiembre cuando volvamos a escuchar más parábolas acerca del Reino de Dios, mientras tanto meditemos las siete del capítulo 13 del Evangelio de San Mateo. Hemos de hacer un esfuerzo para leerlas una y otra vez, meditándolas, dejándonos interpelar por ellas. Si, con toda honradez y sinceridad, dejamos que las parábolas entren en nuestra vida, nos irán descubriendo las cosas que Dios quiere decirnos para que nuestra vida vaya cambiando según su amor y su proyecto.

Fuente: Nacer del Espíritu o Vivir en el Espíritu (nuevo nombre)

lunes, 11 de julio de 2011

ORANDO CON LA PALABRA DE DIOS

(Proverbios 2, 1-22)

1 Hijo mío, si recibes mis palabras, y atesoras mis mandamientos dentro de ti, 2 da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento; 3 porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, 4 si la buscas como a plata, y la procuras como a tesoros escondidos, 5 entonces entenderás el temor del SEÑOR, y descubrirás el conocimiento de Dios. 6 Porque el SEÑOR da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia. 7 El reserva la prosperidad para los rectos, es escudo para los que andan en integridad, 8 guarda las sendas del juicio, y preserva el camino de sus santos. 9 Entonces discernirás justicia y juicio, equidad y todo buen sendero; 10 porque la sabiduría entrará en tu corazón, y el conocimiento será grato a tu alma; 11 la discreción velará sobre ti, el entendimiento te protegerá, 12 para librarte de la senda del mal, del hombre que habla cosas perversas; 13 de los que dejan las sendas de rectitud, para andar por los caminos tenebrosos; 14 de los que se deleitan en hacer el mal, y se regocijan en las perversidades del mal, 15 cuyas sendas son torcidas, y se extravían en sus senderos. 16 Ella te librará de la mujer extraña, de la desconocida que lisonjea con sus palabras, 17 la cual deja al compañero de su juventud, y olvida el pacto de su Dios; 18 porque su casa se inclina hacia la muerte, y sus senderos hacia los muertos; 19 todos los que a ella van, no vuelven, ni alcanzan las sendas de la vida. 20 Por tanto andarás en el camino de los buenos, y guardarás las sendas de los justos; 21 porque los rectos morarán en la tierra, y los íntegros permanecerán en ella; 22 pero los impíos serán cortados de la tierra, y los pérfidos serán desarraigados de ella.

Reflexión
1. Cómo suena la Palabra? Qué te dice el Señor?
2. Reza respondiendo a Dios (al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo)
3. Qué sentís que Dios te dice ahora? Qué te pide Dios?
4. Llévala a la práctica de tu vida.

domingo, 10 de julio de 2011

ORANDO CON LA PALABRA DE DIOS

(Oseas 14, 2-3. 5-8. 10)

2 Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tu falta te ha hecho caer.
3 Preparen lo que van decir
y vuelvan al Señor.
Díganle: "Borra todas las faltas,
acepta lo que hay de bueno,
y te ofreceremos el fruto de nuestros labios.
5 Yo los curaré de su apostasía,
los amaré generosamente,
porque mi ira se ha apartado de ellos.
6 Seré como rocío para Israel:
él florecerá como el lirio,
hundirá sus raíces como el bosque del Líbano;
7 sus retoños se extenderán,
su esplendor será como el del olivo
y su fragancia como la del Líbano.
8 Volverán a sentarse a mi sombra,
harán revivir el trigo,
florecerán como la viña,
y su renombre será como el del vino del Líbano.
10 ¡Que el sabio comprenda estas cosas!
¡Que el hombre inteligente las entienda!
Los caminos del Señor son rectos:
por ellos caminarán los justos,
pero los rebeldes tropezarán en ellos.

Reflexión
1. Cómo suena la Palabra? Qué te dice el Señor?
2. Reza respondiendo a Dios (al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo)
3. Qué sentís que Dios te dice ahora? Qué te pide Dios?
4. Llévala a la práctica de tu vida.

DOMIINGO 15ª del Tiempo Ordinario. Ciclo A. «Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto»


Domingo de la Semana 15ª del Tiempo Ordinario.  Ciclo A
«Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra
y la comprende: éste sí que da fruto»
 
Lectura del profeta Isaías 55,10-11
 
«Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.»
 
Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos 8, 18 -23
 
«Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
 
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.»
 
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13,1-23
 
«Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: "Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga".
 
Y acercándose los discípulos le dijeron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" El les respondió: "Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.
 
En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
 
"Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta"».
 
 Pautas para la reflexión personal  
 
El vínculo entre las lecturas
 
Sin duda las lecturas de este Domingo se centran en la Palabra de Dios revelada al hombre. En la Primera Lectura vemos cómo se resalta la eficacia de la Palabra ya que todo aquello que Dios dice es verdadero y encontrará su cumplimiento en el momento oportuno. Ella desciende desde el cielo como lluvia que empapa y fecunda la tierra. Por otra parte, en la lectura del Evangelio Jesús  nos habla de la necesidad de acoger el mensaje de la Buena Nueva para que pueda dar fruto en abundancia. Aunque el sembrador riega generosa y abundantemente sus semillas, éstas deben de caer en tierra fértil (colaboración humana) para que puedan dar fruto.
 
Finalmente vemos en la Carta a los Romanos cómo la creación entera está expectante aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Nos encontramos en una situación paradójica: el hombre ya ha sido reconciliado en Jesucristo pero aún debe de peregrinar en la tierra hacia su destino eterno. Es el famoso «ya, pero todavía no». San Pablo utilizará la imagen de una mujer antes de dar a luz para describir la misteriosa realidad del dolor y la alegría que grafica la situación actual del cristiano.
 
«Así será mi palabra que no volverá a mí sin fruto»
 
¡Qué consuelo para todo aquel que lleva la Palabra de Dios a los otros! La palabra de Dios jamás dejará de dar fruto ya que está dotada de una fecundidad que va más allá del esfuerzo realizado. Este texto hace parte de la invitación final que Yahveh dirige a su pueblo, a través de Isaías[1], a participar de los bienes de la nueva alianza y a convertirse mientras aún es tiempo: «Yo voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David» (Is 55,3).
 
La palabra de Yahveh es semejante a un mensajero que no vuelve hasta ver realizada su misión. A este respecto dice el Papa León XIII en su encíclica Providentissimus Deus: «Quienquiera que hable penetrado del espíritu y de la fuerza de la palabra divina, no habla solamente con palabras sino con poder, y con Espíritu Santo y con gran plenitud (1Ts 1,5). En cambio, hablan fuera de tono y neciamente quienes, al tratar asuntos religiosos y proclamar los divinos preceptos no proponen casi otra cosa que razones de ciencia y prudencia humanas, fijándose más de sus propios argumentos que de los divinos. Su discurso deslumbra con fuego fatuo; pero necesariamente es lánguido y frío, porque carece del fuego de la Palabra de Dios (Jr 23,29)».     
 
«Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar...»
 
El modo como empieza el Evangelio de hoy nos indica que estamos ante una nueva sección ya que constituye el inicio del tercer discurso parabólico[2] de los cinco que encontramos en el Evangelio de San Mateo. Este es, sin duda, un discurso muy vivo; lleno de interrupciones de parte del auditorio, de diálogos y también de cambios de escena y de público.
 
En la estructuración del Evangelio se ha considerado que éste es un discurso porque así ha sido introducido: «Les habló muchas cosas en parábolas». Siguen siete pará­bolas que ocupan casi todo el capítulo 13. Y la conclusión nos indica que efectivamente se trata de una unidad: «Cuando acabó Jesús estas pará­bolas, partió de allí» (Mt 13,53). El tema de todas estas parábolas es también homo­gé­neo: se trata de indicar el efecto que tendrá entre sus destinata­rios el Reino de los Cielos que ya ha llegado. En efecto, hasta aquí éste ha sido el tema de la enseñanza de Jesús. Mateo sitúa el comienzo de la activi­dad de Jesús des­pués que Juan el Bau­tista fue encarcelado y la resume así: «Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: Convertíos porque el Reino de los cielos ha llegado» (Mt 4,17).
 
En la introducción del discurso llama la atención el hecho de que Jesús se sienta dos veces: primero, junto al mar y luego, cuando se reúne la multitud, en la barca. Se insiste de esta manera en que él adopta la actitud del maestro que se sienta («kathesthai», de aquí viene nuestra palabra «cátedra») para impartir una enseñanza seria e importante para la vida de los oyentes. De aquí que, cuando el Romano Pontífice, en su cali­dad de maestro supremo de la Iglesia universal, en uso del carisma de la infalibilidad que posee, enseña una doctrina de fe y costumbres de manera definitiva, se dice que ha hablado «ex cathedra». Es el modo más solemne de enseñar. A una doctrina así enseñada los fieles deben dar el consentimiento de la fe.
 
El sembrador y las semillas
 
«Salió un sembrador a sembrar». Este comienzo ha dado el nombre a esta parábola, llamada habitualmente «del sembrador». Pero, en realidad, el sembrador es secundario. Lo central en la parábola no es el sembrador, sino la semilla. De ella se trata cuando se dice que «una parte cayó a lo largo del camino... otra, cayó en pedregal... otra cayó entre espinas... otra cayó en tierra buena y dio fruto». A la semilla se refiere Jesús cuando explica a sus discípulos el significado profundo de la parábola explicando por cuatro veces la situación de cada semilla. Por eso en su exposición de esta misma parábola Lucas establece esta equivalencia: «La semilla es la Palabra de Dios» (Lc 8,11).
 
El tema de la parábola es la diversa suerte que corre la misma semilla cuando es sembrada en los más diversos terrenos. Debería llamarse la «pará­bola de la siembra». Jesús quiere enseñar que la Palabra de Dios cuando es proferida ante la multitud de los hombres comienza en el corazón de ellos la misma historia que la semilla cuando es sembrada en el campo. El tema de la parábola es el impacto producido en cada uno por el anuncio del Reino. Hay que tener una percepción perfecta y un poder de síntesis genial para clasificar las respuestas de manera tan completa y precisa. Ante el anuncio de la Palabra las reacciones son cuatro.
 
Los diversos terrenos
 
La semilla que cae a orilla del camino y es comida por las aves se compara con el que escucha la Palabra del Reino, pero viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón. Podemos afirmar que esto es lo que ocurrió cuando San Pablo predicó la resurrección de Cristo en el Areópago de Atenas: «Al oír la resurrección de los muertos unos se burlaron y otros dijeron: 'Sobre esto te oiremos otra vez'» (Hch 17,32). En éstos la Palabra fue arrebatada inmediatamente por el Maligno. Pero ni aun allí la predicación fue inútil: «Pero algunos hombres se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros» (Hch 17,34). Sin duda, valió la pena sembrar.
 
En otros la Palabra ejerce su fascinación: «Oyen la Palabra y al punto la reciben con alegría». Pero son inconstantes y ante cualquier tribulación a causa de la misma Palabra sucumben. Éstos son los que no están dispuestos a sufrir nada por Cristo. No merecerán nunca que Cristo les diga: «Bienaventurados vosotros cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12).
 
En otros, el terreno tiene espinas: las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra. Estos están tan ocupados en los asuntos de este mundo que no tienen tiempo para pensar en la vida eterna, ni siquiera para la Eucaristía dominical; o bien son engañados por las riquezas como «el joven rico». A éste le habló Jesús mismo; pero sus riquezas lo convencieron de que ellas lo harían feliz. Pero lo engañaron y ahogaron la voz del Maestro.
 
Jesús dijo esta parábola para sus contemporáneos y también para nosotros, para poder examinar nuestra vida y ofrecer a la Palabra de Dios un corazón como el de la Virgen María: «María guardaba cuidadosamente estas Palabras y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19.51). En nadie ha encontrado la Palabra un terreno más fértil. En ella «la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14).
 
Una palabra del Santo Padre:
 
«En una sociedad sedienta de auténticos valores humanos y que sufre tantas divisiones y fracturas, la comunidad de los creyentes ha de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es ante todo comunicación de la verdad. Con este fin, la Iglesia en Madrid quiere estar presente en todos los campos de la vida cotidiana, y también a través de los medios de comunicación social.
 
Es un aspecto importante porque el Espíritu nos impulsa a hacer llegar a cada hombre y cada mujer el Amor que Dios Padre mostró en Jesucristo. Este amor es solícito, generoso, incondicional, y se ofrece no sólo a los que escuchan al mensajero, sino también a los que lo ignoran o rechazan.
 
Cada uno de los fieles tiene que sentirse llamado para ir, como enviado de Cristo, en busca de quienes se han alejado de la comunidad, como aquellos discípulos de Emaús que habían cedido al desencanto (cf. Lc 24,13-35). Hay que ir hasta los confines de la sociedad para llevar a todos la luz del mensaje de Cristo sobre el sentido de la vida, de la familia y de la sociedad, llegando a las personas que viven en el desierto del abandono y de la pobreza, y amándoles con el Amor de Cristo Resucitado. En todo apostolado, y en el anuncio del Evangelio, como dice San Pablo, «si no tengo amor, nada soy» (1Cor 13,2)».
 
                                 Benedicto XVI. Discurso a los peregrinos madrileños, 4 julio del 2005.
 
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana. 
1. ¿Con sinceridad, qué tipo de terreno me considero? ¿La Palabra de Dios es fecunda en mí? ¿Qué frutos concretos doy?
2. ¿Leo la Palabra de Dios todos los días? ¿Por qué no le dedico cinco minutos diarios? ¿Me resulta tan difícil?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 543-546. 2705-2708.

[1] Isaías «Yahvé es salvación» es el primero de los cuatro profetas mayores. Era descendiente de uno de los reyes de Judá (sobrino del rey Amacias) y pertenecía a la aristocracia de Jerusalén. Junto con el profeta Miqueas lucha contra la amenaza del abuso del poder y de la riqueza. Es probable que haya sido martirizado de manos del rey Manasés. Vivió en el siglo VII a.C. 
[2] Parábola vienen del latín parabŏla, y este del griego παραβολ que quiere decir «comparación». La parábola es una narración de un suceso creado, del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral.
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FUENTE
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"Meditación Dominical"