Podríamos decir que nuestro corazón está muchas veces como galvanizado para identificarse con los sentimientos de Jesús. La posesión de lo material, las relaciones humanas muchas veces estrechas e interesadas, y mi propio yo, nos hacen suponer que esto es suficiente y que no necesitamos nada más para llenar la vida, el tiempo y la existencia.
Si respondiendo a su invitación, comenzamos a pensar como Él, leyendo el Evangelio y el mensaje de su venida, se va despertar en nosotros el deseo de Dios, la búsqueda, y la convicción de que Él viene y nos espera.
El Adviento es un ofrecimiento para acercarnos a Dios por medio de Jesucristo, que nos revela su vida más íntima, a fin de creer que Jesús es Dios con nosotros”, que “Jesús es el Señor”. Y contemplando el rostro de Jesucristo, el cual nació y dio su vida por nosotros, podemos identificarnos también con los mismos sentimientos de Jesús.
A su vez, estos mismos sentimientos, nos permitirán descubrirlo en los sufrimientos de aquellos que están a nuestro alrededor, de los más necesitados, y nos moverán a crecer en su amor, y a mirar a los demás como Él mismo lo hace. Así también, podremos dar testimonio de Dios y de su presencia entre nosotros, ya que cada uno “es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar” (Benedicto XVI, Dios es caridad, nº 31).
Si respondiendo a su invitación, comenzamos a pensar como Él, leyendo el Evangelio y el mensaje de su venida, se va despertar en nosotros el deseo de Dios, la búsqueda, y la convicción de que Él viene y nos espera.
El Adviento es un ofrecimiento para acercarnos a Dios por medio de Jesucristo, que nos revela su vida más íntima, a fin de creer que Jesús es Dios con nosotros”, que “Jesús es el Señor”. Y contemplando el rostro de Jesucristo, el cual nació y dio su vida por nosotros, podemos identificarnos también con los mismos sentimientos de Jesús.
A su vez, estos mismos sentimientos, nos permitirán descubrirlo en los sufrimientos de aquellos que están a nuestro alrededor, de los más necesitados, y nos moverán a crecer en su amor, y a mirar a los demás como Él mismo lo hace. Así también, podremos dar testimonio de Dios y de su presencia entre nosotros, ya que cada uno “es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar” (Benedicto XVI, Dios es caridad, nº 31).
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