Madre, una gracia te pido, 
que me sanes en cuerpo y alma.

martes, 10 de noviembre de 2009

EUCARISTÍA Y CATOLICISMO POPULAR (II)


Un vínculo complejo


Es cierto que un buen porcentaje (¿la moyoría?) de las mujeres y varones que viven, expresan y celebran su fe en el marco del catolicismo popular, no suele tener en la Eucaristía su centro de referencia religiosa, no organiza ni alimenta su vida de fe en torno de la celebración eucarística. Es cierto también que no se observa subestimación ni desprecio, pero su acercamiento a la Eucaristía suele ser esporádico u ocasional. No se ajusta al precepto dominical, ni manifiesta una peculiar devoción.

El interrogante que surge no nos remite a un tema menor. No estamos hablando de un costado accidental de la fe católica, sino de aquello que se reconoce como fuente y cumbre de la vida cristiana y eclesial (ver Lumen Gentium 11).

Por otra parte, algunos agentes de la pastoral popular - estudiosos y experimentados - suelen afirmar que esto no es exactamente así. Que entre los peregrinos a los santuarios - importante porción del universo que constituye el catolicismo popular - existe una amplia valoración y participación en la comunión sacramental, lo que varía es el "ritmo" de esa participación; y se lo explica de esta manera: los devotos de san Cayetano, por ejemplo, cambian el precepto dominical por el de los días siete de cada mes.

El dato puede corroborarse y es plenamente veraz.

Siendo así, entonces, el interrogante permanece vigente: ¿por qué son tantas las mujeres y los varones que se asumen a sí mismos como religiosos y como católicos, que creen y le rezan a los santos, a la Virgen y a Jesús, que bautizan a sus hijos, que los incentivan a recibir su primera comunión y que además la celebran y la festejan como un hecho muy importante, pero que en el andar de su vida cristiana no recurren la Eucaristía como el centro y alimento de su fe? ¿Por qué - podríamos sintetizarlo de este modo - la devoción eucarística es tan poco popular?

Una respuesta posible está en la línea de aquella predicación que mencionamos al principio. Todo se resuelve en una ausencia de compromiso personal, en la dejadez espiritual u otras faltas por el estilo. Desde esta visión, la actitud pastoral no puede ser otra que la de la insistencia en el deber, ya sea por la vía de los beneficios a obtener como por el camino del temor.

Otra mirada se posiciona en la comprensión de los procesos madurativos personales de la vida de fe. Desde esta perspectiva, se reconoce la necesidad de acompañar tales procesos prescindiendo de juicios condenatorios y asumiendo una decidida acción catequética que tienda a purificar los errores y desviaciones del modelo popular. Se tiende, en definitiva, hacia un encuadramiento en lo institucional.

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