Vino nuevo en odres nuevos
Que quede bien claro: no estamos en contra del ecumenismo ni del diálogo interreligioso. Si se abocan a lo que es su campo propio, no hay problema. El problema empieza cuando quieren acabar también el asunto de las sectas, utilizando los mismos criterios y los mismos métodos. Acordémonos de la advertencia de Jesús: «Vino nuevo, en odres nuevos» (Lc 5,38). ¿Surge el problema de las sectas? Hay que ver cómo solucionarlo. No hay que hacer del diálogo un mito o una varita mágica. Hay que ser realistas. Se pecó de ingenuidad y allá están las consecuencias.
Para enfrentar seriamente este problema, es necesario que en cada comunidad exista un organismo especial, que se aboque al problema de las sectas con criterios y metodología propia, dando vida a una pastoral específica con relación al problema sectario.
Sociedad del futuro: pluralismo religioso cultural
Sin duda, hay que luchar por la unidad y comprensión entre todos los hombres y especialmente entre los discípulos de Cristo. Es el grande deseo de Jesús antes de morir: «Oh Padre, que todos sean uno» (Jn 17,21). Pero soñar en un tipo de sociedad, en que ya no habrá divisiones por motivos religiosos, es sencillamente utópico. Siempre habrá divisiones y siempre será necesario luchar por la unidad y la comprensión. De ahí la necesidad del diálogo ecuménico e interreligioso.
En este contexto, la apologética tendrá la tarea de ofrecer a los feligreses las bases para seguir unidos en la Iglesia de Cristo y no dejarse confundir por cualquier viento de novedad. En una sociedad pluralista religiosa y culturalmente, el papel de la apologética sea siempre insustituible para dar seguridad a los miembros de la Iglesia. Por lo tanto, preocuparse solamente por el ecumenismo y el diálogo interreligioso, convencidos de que algún día desaparecerá el fenómeno de los grupos religiosos alternativos, es una manera de pensar antihistórica.
Es tiempo que toda nuestra catequesis esté enfocada a formar al católico de manera tal que pueda vivir su fe en un contexto pluralista, sin zozobras ni complejos de inferioridad. Esto es ser realistas y no soñar en utopías irrealizables que en lugar de ayudar para la lucha, provocan frustración y desaliento.
Vino nuevo en odres nuevos
Que quede bien claro: no estamos en contra del ecumenismo ni del diálogo interreligioso. Si se abocan a lo que es su campo propio, no hay problema. El problema empieza cuando quieren acabar también el asunto de las sectas, utilizando los mismos criterios y los mismos métodos. Acordémonos de la advertencia de Jesús: «Vino nuevo, en odres nuevos» (Lc 5,38). ¿Surge el problema de las sectas? Hay que ver cómo solucionarlo. No hay que hacer del diálogo un mito o una varita mágica. Hay que ser realistas. Se pecó de ingenuidad y allá están las consecuencias.
Para enfrentar seriamente este problema, es necesario que en cada comunidad exista un organismo especial, que se aboque al problema de las sectas con criterios y metodología propia, dando vida a una pastoral específica con relación al problema sectario.
Sociedad del futuro: pluralismo religioso cultural
Sin duda, hay que luchar por la unidad y comprensión entre todos los hombres y especialmente entre los discípulos de Cristo. Es el grande deseo de Jesús antes de morir: «Oh Padre, que todos sean uno» (Jn 17,21). Pero soñar en un tipo de sociedad, en que ya no habrá divisiones por motivos religiosos, es sencillamente utópico. Siempre habrá divisiones y siempre será necesario luchar por la unidad y la comprensión. De ahí la necesidad del diálogo ecuménico e interreligioso.
En este contexto, la apologética tendrá la tarea de ofrecer a los feligreses las bases para seguir unidos en la Iglesia de Cristo y no dejarse confundir por cualquier viento de novedad. En una sociedad pluralista religiosa y culturalmente, el papel de la apologética sea siempre insustituible para dar seguridad a los miembros de la Iglesia. Por lo tanto, preocuparse solamente por el ecumenismo y el diálogo interreligioso, convencidos de que algún día desaparecerá el fenómeno de los grupos religiosos alternativos, es una manera de pensar antihistórica.
Es tiempo que toda nuestra catequesis esté enfocada a formar al católico de manera tal que pueda vivir su fe en un contexto pluralista, sin zozobras ni complejos de inferioridad. Esto es ser realistas y no soñar en utopías irrealizables que en lugar de ayudar para la lucha, provocan frustración y desaliento.
Vino nuevo en odres nuevos
Que quede bien claro: no estamos en contra del ecumenismo ni del diálogo interreligioso. Si se abocan a lo que es su campo propio, no hay problema. El problema empieza cuando quieren acabar también el asunto de las sectas, utilizando los mismos criterios y los mismos métodos. Acordémonos de la advertencia de Jesús: «Vino nuevo, en odres nuevos» (Lc 5,38). ¿Surge el problema de las sectas? Hay que ver cómo solucionarlo. No hay que hacer del diálogo un mito o una varita mágica. Hay que ser realistas. Se pecó de ingenuidad y allá están las consecuencias.
Para enfrentar seriamente este problema, es necesario que en cada comunidad exista un organismo especial, que se aboque al problema de las sectas con criterios y metodología propia, dando vida a una pastoral específica con relación al problema sectario.
Sociedad del futuro: pluralismo religioso cultural
Sin duda, hay que luchar por la unidad y comprensión entre todos los hombres y especialmente entre los discípulos de Cristo. Es el grande deseo de Jesús antes de morir: «Oh Padre, que todos sean uno» (Jn 17,21). Pero soñar en un tipo de sociedad, en que ya no habrá divisiones por motivos religiosos, es sencillamente utópico. Siempre habrá divisiones y siempre será necesario luchar por la unidad y la comprensión. De ahí la necesidad del diálogo ecuménico e interreligioso.
En este contexto, la apologética tendrá la tarea de ofrecer a los feligreses las bases para seguir unidos en la Iglesia de Cristo y no dejarse confundir por cualquier viento de novedad. En una sociedad pluralista religiosa y culturalmente, el papel de la apologética sea siempre insustituible para dar seguridad a los miembros de la Iglesia. Por lo tanto, preocuparse solamente por el ecumenismo y el diálogo interreligioso, convencidos de que algún día desaparecerá el fenómeno de los grupos religiosos alternativos, es una manera de pensar antihistórica.
Es tiempo que toda nuestra catequesis esté enfocada a formar al católico de manera tal que pueda vivir su fe en un contexto pluralista, sin zozobras ni complejos de inferioridad. Esto es ser realistas y no soñar en utopías irrealizables que en lugar de ayudar para la lucha, provocan frustración y desaliento.
martes, 11 de mayo de 2010
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