Reflexión de Padre Adelino
La liturgia de este domingo nos va a revelar la gloria de Jesús, es decir, lo que Juan nos dice en su Evangelio, en el prólogo, "antes era la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios..." ¿Por qué empezamos con la cita de San Juan que parece no tener nada que ver con la liturgia de hoy? Porque revelar la gloria de Jesús es decir que Él tiene su lugar en la gloria del Padre, o sea, en el cielo. Jesús no está revestido de gloria, sino es revestido de gloria. Entendamos ese "es", no es en el sentido de que Dios lo revestió en el momento de la transfiguración, sino que la gloria ya le pertenence mucho antes de este momento. Por eso San Pablo en la carta a los Filipenses dice: "Él que tenía la condición divina..." La transfiguración sirve apenas para que los tres discípulos puedan ver "lo que muchos querrían ver y no vieron, querrían oír y no oyeron". La transfiguración es para que ellos puedan creer en el Hijo del Hombre y creyendo puedan seguirlo, acompañarlo hasta la cruz, lugar donde esta gloria gana sentido.
Lucas presenta, una vez más, a Jesús como modelo del hombre orante. Recordemos que en el domingo pasado Jesús vence las tentaciones con el poder de la oración. Hoy esta oración lo lleva a vivir de modo anticipado la gloria. En otras palabras, vivir en oración es vivir en la gloria del Señor, aunque seamos tentados.
Por otro lado, la liturgia de hoy nos llama a pensar en la liturgia del Bautismo del Señor, donde Dios revela su Hijo al mundo: "Este es mi Hijo querido, en él está mi bien querer". Hoy Dios completando su pensamiento revelador, dice: "Este es mi Hijo amado, escúchenlo". Si queremos encontrarnos con Dios, debemos seguir a su Hijo; si queremos entrar en la gloria del Padre debemos escuchar la voz de su Hijo Jesús. Aunque Jesús alaba la actitud de María que deja las preocupaciones para escucharlo, al contrario de Marta, esa misma voz nos llama hoy a salir al encuentro de los más necesitados, los empobrecidos, los excluidos, los marginados de la sociedad. "Amense los unos a los otros..." "Es por el amor que ustedes tangan los unos con los otros que ellos sabrán que ustedes son mis discípulos...", nos dice Jesús.
Pensemos que es bueno estar en la iglesia, en el grupo de oración y podríamos decir como Pedro: "Que bien estamos aquí, Señor". Podríamos pensar como Pedro en construir carpas para estar contemplándolo eternamente, pero Jesús no les dice que sí, no confirma que construyan las carpas, sino que a Pedro y a nosotros hoy nos revela la misión. Contemplar a Jesús transfigurado (en la gloria) y no contemplar al hermano que, negativamente se encuentra transfigurado hoy, sin rostro, sin sentido, sin vida, sin trabajo, sin familia, sin hogar, no sirve.
Otra cosa que el Evangelio nos revela es la misión de dolor de Jesús. Se le aparecen Moisés y Eliás. Conversan con Jesús sobre el desierto que él enfrentará, el éxodo como camino a Jesrusalén. Y Dios está con él también en la nube.
Dios no revela a los discípulos sólo la victoria de Cristo, sino también nuestro destino final. El destino que nos espera si somos perseverantes, si oramos, si permanecemos unidos al Padre y caminamos con Jesús, en su pasión. En este sentido San pablo nos dice que "nuestra patria está en el cielo" (2 lect).
Pidamos a María, nuestra Madre, que nos acompañe de la mano para que seamos perseverantes en la oración y fieles seguidores de Cristo. Que no abandonemos el camino de la cruz en los momentos de dolor, de tristeza, de angustia y sufrimientos. Que el Espíritu Santo nos fortalezca para que lleguemos con el Señor a la gloria.
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