Se cuenta que una vez un hombre muy rico fue a pedirle un consejo a un rabino...
El rabino lo tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo:
- Mira. El rico miró por la ventana a la calle.
El rabino le preguntó:- ¿Qué ves?.
El hombre le respondió: - Veo gente.
El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
- ¿Qué ves ahora?.
El rico le respondió:
-"Ahora me veo yo".
-"¿Entiendes?, dijo el rabino.
En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata.
Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo".
El rabino lo tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo:
- Mira. El rico miró por la ventana a la calle.
El rabino le preguntó:- ¿Qué ves?.
El hombre le respondió: - Veo gente.
El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
- ¿Qué ves ahora?.
El rico le respondió:
-"Ahora me veo yo".
-"¿Entiendes?, dijo el rabino.
En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata.
Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo".
En una oportunidad Jesús dijo a sus discípulos que: "nadie puede servir a Dios y al dinero a la vez". Servir a Dios es abrirse al otro amándolo, comprendiéndolo, serviéndolo. Servir al dinero es ser esclavo del tener, es vivir el individualismo, es dejar de compartir, es dejar de ver al otro como otro, con su dignidad y valor.
Está bonito
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